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dimecres, 24 de febrer del 2016

MOTTAINAI: UNA EXPRESIÓN QUE DEBERÍAMOS HACER NUESTRA.



Mottainai es una expresión japonesa que denota tanto arrepentimiento como enfado por el hecho de desperdiciar algún producto sin aprovecharlo en todo lo posible. Se usa tanto con referencia a productos naturales como al desperdicio o pérdida de tiempo, recursos, potenciales, esfuerzos, etc…



La religión originaria de Japón es el sintoísmo y junto al budismo son las dos religiones más practicadas en el país.
La doctrina del sintoísmo aconseja adorar y respetar a la naturaleza y a sus kami, así mismo los objetos con más de 100 años de antigüedad que pasan de generación en generación también son objeto de adoración, puesto que los kami pueden habitar en ellos. El budismo japonés, defiende el uso responsable de la naturaleza.
Tanto una religión como la otra, podría considerarse como la creadora del termino Mottainai, aunque la palabra escrita apareció por primera vez en el Genpei Jōsuiki (Crónica de la Guerra Genpei), aproximadamente del año 1330.



Esta obra es una compilación de historias que de forma oral recitaban los monjes budistas en sus viajes por el país.
En un capitulo aparece  una historia sobre Yoshitsune, que es uno de los samuráis más destacados de la historia japonesa, en la Batalla de Yashima al gran guerrero se le cayó el arco al mar en plena batalla, uno de sus soldados le dijo – ¡No recojáis el arco, dejadlo estar!- pero él no le hizo caso exponiéndose peligrosamente. Finalizada la contienda, el soldado gritó              -! Mottainai¡- y le hizo a su señor la reflexión de que debió haber considerado que ninguna vida vale un arco, pero el general Yoshitsune le dijo que recogerlo había sido un acto de honor.


Tras un tiempo siendo una simple exclamación parecida a la nuestra “Que desperdicio” actualmente se ha convertido en un lema, en un concepto.

En 2005  el Primer Ministro Koizumi Junichiro


en una cumbre del G8 propuso esa exclamación para adoptarla a nivel universal para denominar al esfuerzo internacional para utilizar de manera efectiva los recursos.

Tomó el relevo de fomentar el uso de esta palabra, como termino ecologista, la Premio Nobel de la Paz de 2004, la ya fallecida ecologista keniana Wangari Muta Maathai.



Ella aprendió la palabra en un evento del Protocolo de Kyoto en 2005 y  la utilizó en sus conferencias para definir lo relacionado con la responsabilidad de los humanos de respetar y conservar el medio ambiente y los recursos del planeta.

En Japón se educa a los niños en la necesidad de preservar al máximo los recursos naturales. En 2004 a fin de promover la concienciación de los más pequeños la autora e ilustradora de libros para niños, Mariko Shinju,
crea el cuento “Abuela Mottainai”. La autora relató en una entrevista que escribió el libro porque su hijo de 4 años, no entendía por qué era tan importante terminar toda su comida, que su generación había aprendido de sus padres la filosofía del “Mottainai” y que se debía transmitir a las próximas generaciones.

La abuela del cuento enseña a los niños a seguir unas costumbres ecológicas como podemos ver en las fotos siguientes.

"No malgastar el agua"


"Terminar toda la comida"



"Reaprovechar las pieles de la mandarina: secarlas y servirán para aromatizar el agua del baño"


"Reutilizar materiales para hacer juguetes"


¿Nos apuntamos al movimiento MOTTAINAI?


dilluns, 15 de febrer del 2016

KINTSUGI: LA HERIDA “CURADA” CON ORO.

Los kanji que conforman la palabra kintsugi (金継ぎ) se pueden traducir como carpintería en oro.

La historia nos cuenta que la práctica del kintsugi, como otras muchas artes tradicionales japonesas, vino desde China pero fue en Japón donde se convirtió en una bella y delicada forma de dar una segunda vida a objetos heridos por el uso.



Acabando el siglo XV  el shōgun  Ashikaga Yoshimasa envió a China, sus dos tazones de té favoritos, la porcelana estaba rota y sabía que allí se los repararían. Al recibirlos de vuelta, los tazones “lucían” dos feas grapas de metal que les daban  una apariencia muy tosca, muy descontento con el resultado buscó artesanos japoneses que pudieran hacer un trabajo más fino y elegante siguiendo la técnica empleada en China. Así nació, parece ser, el curar las heridas de los objetos queridos, remarcando la antigua fractura con oro.



Un maestro artesano de kintsugui dijo: “Arreglar las cosas rotas viene de  la espiritualidad de nuestra cultura del wabi-sabi, como encontrar la belleza en las cosas rotas o viejas”. 
El wabi-sabi emana de la filosofía budista del zen,  de la aceptación y contemplación de la imperfección, el fluir constante y la impermanencia de todas las cosas. El wabi-sabi se aplica a varias de las artes tradicionales japonesas como el ikebana, el haiku, la ceremonia del té (cha-no-yu), etc...

Con barniz de resina se unen las piezas otra vez o se crean fragmentos que puedan faltar con laca uruchi, después de varios pulidos se repasa y remarca la parte reparada con polvo de oro o plata, anteriormente también se había usado platino.






De esta manera un objeto que estaba completamente inutilizado ahora se ha convertido en una pequeña obra de arte sin tratar de ocultar los defectos o grietas, ya que la historia del objeto es lo que le da el verdadero valor para su propietario.



El kintsugui pasa a llamarse gintsugi si su reparación de hace con plata y urushitsugi cuando se repara con laca urushi.